Hijo del magistrado y pintor Alfredo Souto, comienza sus estudios de aparejador en Sevilla, ciudad en la que residirá durante un tiempo con su familia. Sin embargo él, apasionado por la pintura y la literatura desde muy joven, se traslada vivir a Madrid en 1922 para matricularse en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde paralelamente a sus estudios trabajará un tiempo como decorador de cerámicas. Allí entra en contacto con la vanguardia artística, así como con la vida bohemia y cultural de la época. En 1924 será llamado a hacer el servicio militar, por lo que debe trasladarse de nuevo a Galicia. Se afincará en Vigo, donde entrará en contacto de nuevo con la cultura gallega y conocerá el nuevo movimiento renovador del arte gallego, en el que empezaban ya a destacar artistas como Manuel Colmeiro o Carlos Maside. En mayo de 1925 realiza su primera exposición individual en la Casa de Galicia de Madrid, donde presenta una serie de óleos, dibujos y acuarelas de tono marcadamente social, que recibió los elogios de la crítica. Ese mismo año viaja a París, donde Souto amplía sus habilidades técnicas con una formación muy completa, obteniendo en 1928 una bolsa de la Diputación de Pontevedra que le permitió viajar de nuevo a la capital francesa. Su producción, tiende hacia una leve figuración, merced a sus trazos expresivos y a las conseguidas atmósferas.
Amigo de buena parte de la intelectualidad de su época, gracias a Luis Pimentel realizó los paneles de los salones del Círculo de las Artes de Lugo, una muestra de su pasión por Galicia caracterizada por un cromatismo vivaz. En 1934 es nombrado pensionado de pintura en la Academia en Roma y se traslada allí con su familia. Regresa a Madrid al cabo de dos años. La guerra civil le sorprende en Madrid, se trasladará a Valencia donde comenzará una etapa muy activa y de gran compromiso político, realizando gran cantidad de dibujos de denuncia, Dibujos de Guerra con un claro fin didáctico y antibelicista. Esta temática se extenderá durante parte de su producción del siguiente año, cuando participará en la Exposición de París, en el Pabellón de la República Española junto con obras como el Guernica de Picasso. Tras la derrota republicana el exilio lo llevará primero a La Habana, pero el éxito de una muestra en Nueva York lo llevó a vivir en Estados Unidos para asentarse definitivamente en México. En su obra americana aparece la temática ligada al nuevo continente. En paralelo, el pintor transforma su paleta hacia un colorismo que gana terreno al tiempo que en sus obras se detecta un cierto primitivismo indigenista de logrado equilibrio compositivo y cromático, pero sin dejar de evocar la España profunda y de secano o el París estilizado por la memoria, habituales en su producción desde los años cuarenta. Fue director artístico de la revista Vieiros a partir de 1959, gracias a lo cual recuperó las singulares estampas costumbristas de Galicia, donde estaba decidido a volver. En 1962 realizó exposiciones en Vigo, Santiago y Bilbao, regresando a México en 1964 con la intención de instalarse de modo definitivo en Madrid, sin embargo, murió ese mismo año.